Hoy miré al cielo. Solo había nubes. Ahogaban las estrellas, ocultaban la luna. Sentí opresión; es como si estuviera dentro de una jaula. Como de costumbre me llevé una mano al cuello, buscando inconscientemente mi colgante. Me sorprendí a mi misma pensando en su dueña. Ese sabor, tan amargamente conocido, de decepción se apoderó de mi paladar.
Sé que ella no lleva el mío.
Será porque no tiene porqué recordarme.
Con frustración apreté la cruz. Sus picos me hacían daño, pero para nada alivió mi malestar. Al soltarlo alcé la vista al cielo. Ahora, ahora creo que las nubes no tenían nada que ver con que no pudiera ver las estrellas.
Eran mis lágrimas las que inundaban el cielo.
11/10/10
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Dame fuerzas, Libertad, para hacer uso de tí con moderación y esmero. Dame ánimos, Verdad, para abanderarte hasta en tu último proyecto.