Lo nuestro era una relación puramente sexual. No había ternura, ni dulces palabras. Ningún sentimiento nos inundaba, excepto la lujuria.
Quemaba nuestras pieles como si fuera un hierro hirviendo, consumiéndonos. A veces sentía como si el corazón fuera a estallarme de deseo. Pero nunca lo hacía. Latía frenético en busca de más. Más de sus labios, de sus manos, más de su piel. Era un veneno que se iba introduciendo cada vez un poco más dentro de nosotras, en cada pliegue, en cada poro. Nos devoraba y hacia nuestros enceuntros cada vez mas frecuentes y salvajes. Nos convertimos en una droga. Cada vez que su cuerpo desnudo abandonaba mi cama contaba cada segundo , cada milésima que faltaba para poder volverla a tocar. Era imposible saciar mi ansia. Ni saciar la suya.
A veces pienso si realmente no nos estamos comiendo la una a la otra, pero pronto descubro que no me importa. Siempre y cuando sus labios vuelvan a tocar mi piel.
22/12/11
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