Sevilla se transforma en la oscuridad. Me resultó tan extraño el no escuchar más que el silencio... el murmullo de algún coche despistado a lo lejos o el eco de mis propios pasos. Exprimí la experiencia lo más que pude o, más bien, lo más que me permití.
El paseo me llenó el cuerpo de sensaciones contradictorias. Paz, tranquilidad, calma, control, invulnerabilidad. Nerviosismo, desasosiego, ahogo, miedo. Me dio espacio para pensar, para dejar que mi propio temor se esparciera por mi cuerpo, para que la seguridad de la que hace alarde mi mente vibrara en cada célula de mi piel.
No es que no esté acostumbrada a la noche ya que me las suelo pasar en vela. Simplemente me dejó pensar. Me dejó escucharme. Es como si me hubiera hecho recordar esa vocecita que tanto empeño pongo en mutear. Son consejos en off, si es que puede considerarseles de tal forma. Esa que hace tiempo dejé de escuchar porque solo me hacia guiarme por el camino 'cómodo'.
Mi vida no es cómoda, ni es fácil. Siempre tengo que luchar por lo que quiero. Y, para ser sincera, me gusta. Así sé que nadie me lo ha regalado, que lo he ganado yo. Por eso mi querido amigo el karma y yo tenemos un trato. Él me insinua las situaciones y yo me ocupo de trazar el camino. Aunque es un travieso
Hoy una pequeña loba me ha preguntado si no me gustaría que 'trabajaran por mí'. Creo que me sentiría tan extraña ... y feliz a la vez. Esa parte egoísta de mí, porque también la tengoaunque la pasee poco, se ahogaría en felicidad. Supongo que porque me haría sentir importante, especial.
Aunque bueno... yo soy de esas chicas que son felices con cualquier cosa. Así que en fondo es hasta fácil esforzarse conmigo. Si, sé que no tengo remedio.
Al menos he sacado algo en claro de ese paseo nocturno: odio escuchar los latidos de mi propio corazón.



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